14 marzo 2011

Tiempo Estrellado


Aquel relámpago desplegándose sobre la tormenta sólo venía a ser un escalofrío más en la espalda de un afligido, un chico que se creía normal… La vida le había propiciado un buen regalo: buena familia, inmejorables amigos, los estudios de sus sueños y una novia estupenda. Pero él se sentía extraño, notaba que le faltaba algo; no era suficiente…

Tiempo atrás conoció a una joven que removió, con una sola mirada, con una sola gota de su alegría, el tranquilo océano de la vida del chico. Una gota bastó para que las sosegadas aguas de la parte más emotiva de su corazón destrozasen con una bravura jamás sentida cualquier muro de cordura, cualquier puerto de razón…

Sólo hubo una chispa entre aquellos dos muchachos en aquel tiempo pasado, un instante en que dos estrellas chocaron, momento que les supo a una vida… pero que poco a poco el tiempo fue oxidando.

Los años pasaban, la vida continuaba y todo aquello sólo fue un recuerdo; hasta que él se dio cuenta de algo… Algo necesario para seguir viviendo.

Sucedió una noche estrellada. Éste se encontraba en la terraza de su casa, un día en el que el fulgor de las estrellas era tan intenso como el calor que lo envolvía todo. El joven miró su reloj, en él se reflejaban todas las luces celestes sobre un fondo oscuro… y en ese preciso instante, le vino a la mente el aroma de su piel, el dulce sabor de sus labios, la efímera sensación de volar… y se percató, sin quitar la mirada de la esfera de cristal de su reloj, de que las agujas se habían parado.

Atónito, comenzó a dar golpecitos sobre el pequeño reloj intentando que el mecanismo volviese a funcionar, hasta que su voz le sorprendió...

Era ella. Entre luces del cielo se presentó con su sonrisa hecha del mismo material que las estrellas, y con un gesto sutil le indicó que se acercase… -¿Te acuerdas de lo que es amor?, ¿sabrías explicarme qué es pasión si yo no hubiese entrado nunca en tu vida? – dijo emocionada.

-Y tú, ¿sabrías decírmelo? – le contestó él.

-Tu reloj no se ha parado porque sí, lo ha parado el amor. La fuerza que aún nos une ha hecho que este momento sea sólo para los dos; es una prolongación de aquella noche, una tregua entre la razón y lo correcto para dar paso a la pasión y a la ternura… ¿Vienes conmigo? – Le susurró la chica mientras le resbalaba una lágrima por el rostro.

El joven asintió.

Llenaron la habitación de abajo con velas de todos los colores, y entre miradas cómplices, el óxido del deseo que ambos sentían fue deshaciéndose al tiempo que las llamas se iban apoderando de la cera… dando lugar a que el ardor de sus corazones latiesen el uno encima del otro, sin barreras, sin ropa… Entre la noche ascendían los rayos de la Luna, desvelando un secreto de amor a las estrellas… Con los ojos cerrados sólo veían por su corazón, sentían como se rozaban sus labios, y como éstos daban paso a un beso más intenso cuyo principio era un escalofrío y el final infinito… Las manos del joven sentían la suavidad de la fina arena de playa al deslizarlas por sus perfectas piernas, el calor se abría paso entre sus muslos confundiendo susurros de pasión con el sonido de la noche que los cercaba, sus caderas reflejaban la luz de alguna estrella fugaz; mientras, éstas seguían contemplando en secreto cómo entre pequeños gemidos y gotas de sudor se avivaban el cariño, la pasión, la ternura y la verdad en forma de amor sin final.

Aquello duraría lo que persistiese el brillo de la noche…

Su olfato percibió el dulce perfume de su piel, pero cuando intentó abrazarla, sus manos se toparon con un colchón empapado en sudor y lágrimas. Al tiempo que abría los ojos, la abrasadora luz del día le hizo entender que todo fue sólo un sueño…

Se recostó en sus brazos y entre lágrimas se repetía sin cesar que no podía ser… Fue entonces cuando de refilón, se dio cuenta de que con su propio aliento el reloj se había llenado de vaho, y en éste, había escrito un mensaje muy corto, pero que le cambiaría la vida:

“Te quiero”

Con una leve sonrisa y los ojos lagrimosos se recostó en el alféizar de su ventana, no había sido obra de su imaginación… Sin dejar de sonreír, levantó al vuelo un susurro que al tiempo que lo pronunciaba hizo que vibrase cada parte de su cuerpo:

-“Te amo. Siempre lo he hecho”

Pasaron unos días en los que el joven tuvo mucho sueño, a su juicio durmió durante semanas... Al levantarse, se notó más lento, cansado… En el largo pasillo de su casa, junto a la puerta del aseo, reposaba un gran espejo colgado de la pared; su sorpresa no pudo ser más grande al verse reflejado en él: al otro lado del espejo había un señor mayor, arrugado, de unos setenta años…

Había pasado toda una vida sin que aquel hombre se diese cuenta…

Jamás volvió a ser el mismo. Y aunque siguió su vida y continuó creyendo ser el que era antes de todo lo ocurrido, nunca dejó de mirar instintivamente aquel reloj… deseando que las agujas se parasen de nuevo, y convencido de que el amor verdadero es lo único que puede vencer al tiempo.

2 comentarios:

  1. Que bonito. Ojalá se nos parara el tiempo a más de uno.

    :)

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  2. Oh, me está gustando esto... Cuando pueda comentar menos empanadamente lo haré, I promise. Por ahora, te sigo cumpleañero xD

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