02 septiembre 2011

Tiempo errante


Todo ha terminado. Ni dolor, ni sed, ni hambre… nada. Agarrado al tiempo, recorre con sutileza la vida que se escapa entre suspiros y lamentos ante una tormenta que lo mancha todo de luz eléctrica. Esa efímera luz que es la juventud… Y he decidido que ésta ya no pasará tan súbita, porque ya no esperaré a nada ni a nadie. Sólo a ser feliz y a lo que venga, no a lo que ya ha pasado. Somos hijos del hoy y el futuro está concebido de nosotros, el ayer no existe y de él tienes tú el mando; de hacerlo desaparecer para no darte cuenta, demasiado tarde, de que has pasado tu juventud mirando hacia atrás sin percatarte de que la realidad coexiste de frente. Y es que en la vida sólo miramos atrás para soñar… Se acabó. Sólo soñaré con el hoy y con el mañana, viviré hoy y viviré mañana. Y si se atreve, que sea el pasado quien me mire de frente y se instale en mi ahora; puesto que yo ya he hecho bastante por él y estoy exhausto de evidenciar que él no hiciese nada por mí.

Me bastará una brisa conglomerada de miles de aromas diferentes, me bastará una oscuridad imperiosa en la que la humedad y lo místico tracen dibujos imposibles y hagan de mi sugestión su juego, me bastará el delicado tacto de un pétalo de jazmín rozando las yemas de mis dedos, me bastará contemplar un amanecer cubierto de nubes grises que me empape de rocío el rostro y a la postre de lluvia; para saber que ya no temo a la muerte, que ésta no existe, que mi vida es eterna y, que mi mirada, te pertenece a ti, mañana.

Carta de separación:
Firma: La Noche