La belleza escarlata de sus labios perfilaba la comprensión de beldad que concebía hasta entonces.
Al hablar, mis oídos contemplaban su boca moverse; los ojos se
perdían, arrastrados por las olas onduladas de rubí, seducidos como el canto de
las épicas sirenas, deseando morir en ellos. Ahí estaba yo, hipnotizado por su
color de canela rosada y azafrán, finos surcos de arena virgen por donde pasear
mi imaginación. Si la experiencia onírica tuviese que vivir en algún lugar, sin
duda la encerraría con saliva en aquella lucerna de vida etérea. Inalcanzable
sensualidad.
Cómo ser sin
saber, ciegos, aislados de la verdad y a pesar de ello con vida; ¿qué
incongruencia hace que lata un corazón?
Quería
sentir el frío que siempre me produjo saber que yo también era un ser humano, congelarme
en él. Subí a lo alto de una destartalada montaña, casi desnuda, sólo un fino
camisón blanco de Luna llena sobre un cielo raso la revestía de pálida. Me
recosté sobre unas piedras y la sutil seda tejida por la neblina se esparció,
como mi repudio hacia la barbarie de la humanidad. A aquellas horas, con ese
frío y con tan poca ropa, sólo era cuestión de minutos…
Un fuerte golpe
me hizo abrir los ojos de inmediato. Un tenue violín sonaba, olía a cera
quemada y la tierra era caliente; no tenía frío ni recordaba cómo sentirlo. Me
deslizaba, ingrávido, hacia un imán de luz anclado en la Luna junto a varios
alfileres que punzaban el techo oscuro en forma de estrellas. Entonces supe que
tenía que desgarrar aquella tela negra. Descubrí que el infinito no es la
oscuridad del universo, si no la luz que ralla su monotonía.
Todo acabó
de repente, me vacié. Perdí mi esencia, mi rumbo… dejé de existir por mí mismo.
La brújula de mi realidad se quedó anclada en alguna parte entre su paladar y su
labio inferior.
Ahora río al
escuchar las olas del mar, el cantar de las aves al amanecer o cuando percibo
el aroma a verano y jazmín; todo me parece un chiste, (hasta lo que antes me
parecía bello) después de haber bebido de su boca. Mi realidad estaba en sus
labios. Puedo decir que me han robado el corazón, lágrimas de amor y de
preocupación, de apego, de pasión… pero jamás un solo beso me había arrebatado
mi identidad.
Desde
entonces, cuando me preguntan, digo que nací entre las notas de un violín, una suave
niebla y una gran Luna llena. Mi nombre, mi hogar, mi verdad… todo lo encerré
con saliva y pacté con mi corazón no volver a latir hasta que tuviese un motivo,
el único motivo: otro beso de aquellos labios de ensueño.
...Hasta los pensamientos más oscuros
se desvanecen con la magia de un beso. Templado almíbar de un jugoso destello.
Es lo que tiene salir de casa con el corazón encima...
ResponderEliminarAsí es... ;)
ResponderEliminar(Hacía mucho que nadie comentaba en mi blog, ¡¡¡gracias Cath!!!)
Realmente increíble.
ResponderEliminar*_*
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