16 abril 2013

Hojas en el viento



No es verdad que el horizonte sea una línea en un trozo de papel, es un momento robado. El sonido de la memoria es chapotear con arcos de violín y cuerdas de miel en una charca, y conjugar un sonido en infinitivas vibraciones verbales.

Si las bocas de los besos recibidos son estigmas, que me claven en una cruz tallada en ramas de canela y me hundan clavos de azúcar tostada en los párpados; instaurar la saliva como religión, evangelizar a través de los labios. Sin palabras ni pestañas.

Las punzadas de un silencio tan sutil como un alfiler untado en barniz se cuelan entre las olas de un atronador océano, el cual siento más soñado que real. Una nota de un piano mecida entre una gota de vaho se precipita palpitante hasta mi boca… Debe haber algo extrañamente sagrado en la sal: está en nuestras lágrimas y en el mar.

La reiteración de un corazón que bombea mentiras acaba por desangrarse. Supongamos que el corazón es la mentira y éste da vida a una verdad que fluye, ¿no sería entonces la presa artificial que restringe a un río libre? Es entre ése témpano de hormigón oscuro donde se dibuja una cicatriz de luz que dice: “Morirán de sed la sinceridad y el amor y sólo quedará un desierto al que llamarás imaginación”.

Ayer moría de sed. Hoy creo que encontraré agua. Mañana, volveré a imaginar mi libertad.

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