06 marzo 2017

Relato ganador del XI Premio de Relato Corto de Atzavares

Gracias a la Universidad Miguel Hernández de Elche y a todo el jurado del 'Premio de Literatura Atzavares' por otorgarme el primer premio. Os dejo aquí el relato tal cual lo escribí: 

Petricor

       DiaryH3 - 31 de enero:
Estoy indecisa. No sé si comprarme un perro o un hurón, ambos me gustan pero… Después del hundimiento en bolsa de Apple y la interrupción indefinida de sus fábricas, no puedo fiarme de comprar la aplicación de iDog o MyFerret y luego quedarme sin soporte. Y por si fuera poco, desde la quiebra de Google las opciones para tener mascota son cada vez más escasas, una lástima para las amantes de los animales como yo.

       DiaryH3 - 8 de febrero:
Hace ya más de dos semanas que la tele ha dejado de hablar del derrumbe de las pirámides de Guiza. Egipto ha sido Trending Topic mundial durante días. Montañas de vídeos y fotos inundan la red, la mayoría son memes y vídeos trucados que hacen que te partas de la risa, ¡son buenísimos!

“Me da que a los dioses extraterrestres que las erigieron les pitan los oídos con tanto alboroto”, esa ha sido mi aportación a la red. ¿No es genial? ¡Compartid!

       DiaryH3 - 17 de febrero:
¡Hola de nuevo! Hoy ha sido un día un poco extraño, os cuento. Después de tomar un helado en el Sector A2, se ha producido otra bajada de tensión eléctrica, por lo que el transporte quedó inhabilitado y tuve que volver a pie a mi casa. Vaya bajón, lo sé.

La cuestión es que mientras volvía me han asaltado. No quiero prejuzgar, pero ha sido un inconformista, seguro. Por su tamaño debía ser un niño, pero no me paré mucho tiempo porque olía muy mal, quiero decir, no olía a persona civilizada. Y por si fuera poco, tuvo la desfachatez de hablarme. ¡Me echó su voz! ¡Serán maleducados! No quieren aprender a comunicarse a través de la tecnología, sin emitir gases desagradables al hablar. “Ayuda”, me dijo. Evidentemente aligeré el paso hasta que estuve lo bastante lejos como para sentirme segura.

       DiaryH3 - 18 de febrero:
Gracias a todos por vuestros comentarios de apoyo y repulsa. Os informo de que estoy bien. Ojalá cerrasen las fronteras, estas cosas no pasarían.

       DiaryH3 - 27 de febrero:
¡Muy fuerte! Intentad no pestañear a continuación porque no quiero que os perdáis ni una palabra de lo que me ha ocurrido. ¿Os acordáis del rebelde del otro post? Pues lo he vuelto a ver.

Estaba acurrucado entre los dos generadores de mi portal, aquí abajo no tenemos un verano permanente y supongo que tendría frío. ¿Me seguiría hasta mi casa el otro día?

Cuando me iba a poner en contacto con la policía, se puso a llorar. Me resultó peculiar verle hacer eso, la cuestión es que le di una oportunidad. El pequeño inadaptado extrajo de su pantalón (creo que se escribe así, es una prenda muy desfasada) un papel. Sospecho que el muy guarro intentó que lo cogiera de su mano, al final lo dejó caer al suelo y le hice una foto con el móvil. Hacía mucho que no veía papel, y más aún una letra caligrafiada a mano. Me costó transcribirla. ¡Pero para eso están las apps! Al procesarla con mi gadget, esto fue lo que ponía:

Me he escapado de casa. Mi papá necesita ayuda. Por favor, dadme medecina.

Lo primero que pensé es que hacía mucho tiempo que no veía un error ortográfico, mi corrector predictivo hubiese modificado la última palabra. Está diseñado milimétricamente para escribir la palabra más correcta; al igual que yo, nunca se equivoca.

Antes de irme a dormir, le dejé a unos metros un poco de agua. No sé si hice bien.

       DiaryH3 - 28 de febrero:
Me sorprende la cantidad de comentarios alcanzados en mi anterior post, parece que a mis más de cinco millones de suscriptores les ha gustado mi vivencia. Ante la mayoría de peticiones, intentaré comunicarme con él. No os prometo nada. ¡Atentos a mi canal!

       DiaryH3 - 29 de febrero:
Fui a buscarlo al portal, pero ya no estaba.

       DiaryH3 - 30 de febrero:
¡Están en rebajas y no he podido resistirme! Los zapatos Art Flhoes por fin serán míos. Al pisar se proyecta un holograma de flores precioso… ¡Por donde pise crearé vida! Me encanta la tecnología, no voy a pasar desapercibida en ningún sector. Hoy están todas las webs de compra llenas de la publicidad del Día de la Luna, como si me importara eso de que la tierra gira más lenta por no sé qué apogeo lunar, la cuestión es que hay rebajas; aunque ahora no sé si en blanco me quedarían mejor…

       DiaryH3 - 25 de marzo:
Casi un mes sin tocar este teclado. Mi ausencia tiene una explicación que no os vais a creer. Todavía no sé cómo contar lo que me ha pasado estos días... Es horrible. Necesito más tiempo.

       DiaryH3 - 31 de marzo:
Os pido disculpas, he estado muy confusa, necesité un tiempo para poder organizarme bien antes de escribiros. ¿Estáis preparados? Mejor empezar por el principio, justo antes de que me secuestraran:

Cuando pensé que se había ido para siempre y ya nunca más me molestaría, el niño inconformista volvió a aparecer. Sucedió al poco de tomarme las pastillas de las buenas noches. Me asomé a mi ventana y estaba sentado cerca del generador, pensé que querría más agua. Por mi seguridad cerré todas las puertas mediante las llaves de bloqueo magnético.

Al despertarme, ya no lo hice en mi casa.

Una venda me cubría los ojos, intenté quitármela, y una voz humana (sí, una voz) me advirtió de que si lo hacía, podría quemarme las córneas. Así que desistí, menos alterada de lo normal, supongo que por el efecto de las pastillas o por esa sensación en la piel tan cálida y agradable que sentía.

La voz de la advertencia volvió a resonar, quería avisar a la policía. De repente me di cuenta de ese olor… ya lo había percibido antes, solo que ahora olía como si estuviera en el país de los inconformistas. ¿Estaba en el exterior? ¡No era posible! Entonces sí comencé a alterarme.

Los pensamientos afloraron como fuegos artificiales. Pero recordé que, como decían las lecciones en realidad virtual que estudié de niña, debía pensar con raciocinio y objetividad absoluta. Al cabo de unos minutos de tenso silencio, me atreví a preguntar con una voz que ya no recordaba poseer y cuya articulación me resultó embarazosa:

–¿Por qué me han traído aquí? ¿Qué quieren de mí?
–¡Ah! Ahora sí que habla… –escuché a lo lejos con tono rimbombante.
–¡No te pases! Déjala que se habitúe –le regañó otra voz más cercana y autoritaria–.  Estás aquí para hacer una labor muy importante, llevamos más tiempo del que crees siguiendo tus pasos. La hora a la que te acuestas, el momento en que comienza a hacerte efecto esa droga que os metéis por las noches, cuándo escribes tus entradas en DiaryH3, dónde dejas las llaves… Incluso pudimos hacer una copia gracias al raudo pequeñajo de aquí –la risa de un niño inundó la estancia.
–Entonces, el niño que vi… –no llegué a terminar la frase.
–Sí, mi hijo tenía que acercarse a ti de algún modo. Todo forma parte de lo mismo. Los ojos de tu mundo sólo perciben la realidad a través de las pantallas, y tú posees el control de muchas miradas. Nos serás de gran ayuda -su tono iba adquiriendo amabilidad.

Tuvieron que pasar unas horas más hasta que me pusieron unas gafas muy oscuras y me quitaron la venda, en ese orden. Al principio apenas veía nada, pero poco a poco mis ojos se fueron adaptando.

¿Y cómo es el exterior? Pues bien, allí todo era muy claro, muy brillante, el sol que había visto tantas veces en mi pantalla, en realidad emitía una luz que lo bañaba todo, y además era cálida. Jamás había sentido esa sutileza que activaba las terminaciones nerviosas de la piel expuesta. Es casi inefable. Todo tenía un aspecto marrón cobrizo, no había infraestructuras ni hormigón: era tierra. Miraras donde miraras, estaba seco, a excepción de unos pozos artificiales y chozas hechas con barro, (según me contaron ellos). Aunque he de decir que dentro se estaba muy fresquito, no parecía verano.

Ya bien entrada la oscuridad, me percaté de que tanto el calor como el frío allí son extremos, uno por el día y otro por la noche. Sentados alrededor de una hoguera, como en el cine clásico, me fueron desvelando por qué yo era su última esperanza.

–¿Qué dicen de nosotros allí abajo? –preguntó el patriarca de aquella familia compuesta por tres varones, un padre y sus dos hijos.
–Según nos enseñan los medios de comunicación y nuestro sistema educativo, hay unos pocos testarudos que se niegan a vivir bajo tierra y que son considerados parias. Su esperanza de vida es muy corta debido a la radiación. Crean chabolas con plásticos y basura y cultivan hortalizas en invernaderos improvisados para luego venderlas a los de abajo –dije, un poco sorprendida por mi soltura vocal.

–Plásticos y basura… –expelió con una sonrisa torcida el mayor de los hijos.
–Las mentiras reduntantes son verdades cinceladas. Bastante hemos soportado ya –pareció que se le iba a romper la voz, pero el cabeza de familia prosiguió sin titubear–. La vida que ya no queda en la superficie, intenta sobrevivir en las profundidades, sois una sociedad artificial que se os ha olvidado qué significa ser humano. Vuestras metas son filtradas mediante tecnología que se os vende como una herramienta, pero que acaba siendo una extensión física y mental. A veces un muro entre vosotros y la verdad. Y ahí es donde entras tú –me señaló con un dedo índice bronceado y muy curtido.
–¿Yo?
–Tu creciente popularidad en la red servirá de canal para que hagas llegar, a cuantos más mejor, el siguiente mensaje: Somos los últimos tres humanos sobre la faz de la Tierra –matizó cada palabra para que no se me escapase nada.
–Ya no quedamos más, somos la última familia –rumió con voz lúgubre el hermano mayor.
–¿Y por qué no vivís abajo? ¡Allí todo es perfecto! –solté de repente cargada de obviedad.
–Porque… –el rostro del padre pareció ensombrecerse, hasta entonces no me había dado cuenta de que era un anciano–. La perfección es monotonía, la perfección es plana. El cielo es oscuro, la noche es rutina, las estrellas son el defecto, las pecas en la cara de la oscuridad. Y qué quieres que te diga, a mí me gustan las mujeres con pecas –miró con picardía a su primer hijo, que le devolvió la sonrisa.
–¿No se te ha ocurrido mirar hacia arriba? –dijo el pequeño, era la primera vez que hablaba.

Entonces miré hacia arriba y una emoción desconocida se empotró contra mi caja torácica. Abrí mucho los ojos, también la boca. Luz natural, estrellas de verdad…

Lo siento, aún noto esa cosa en el pecho. Mejor será que siga escribiendo mañana. ¡Espero vuestros comentarios!

       DiaryH3 - 2 de abril:
Ayer intenté acceder a la app del diario digital, pero los servidores de DiaryH3 estaban colapsados. Al parecer no han aguantado vuestra avalancha de visitas, comentarios y seguidores. Simplemente, GRACIAS. Seguiré por donde lo dejé hace un par de días:

Aquella noche dormí mirando el cielo estrellado. Bueno, la verdad es que no dormí, miré el cielo.

Al día siguiente, el padre y el mayor de los hermanos habían desaparecido, supongo que se irían a hacer sus labores. Me encontraba yo sola con el pequeño en el interior de una de las cabañas, resguardándonos del excesivo calor.

–¿Cómo te llamas? –pregunté para romper el hielo.
–Petricor –dijo sentándose más cerca de mí.
–¿Qué clase de nombre es ése? –lo miré con una mezcla de risa y pena–. Petricor… parece alguna clase de pájaro de pico largo –por la expresión contenida del niño, supuse que nunca había visto un pájaro.
–Me llamo así por mi abuelo, él decía que Petricor es el nombre que recibe el olor de la lluvia al caer sobre suelos secos –los grandes ojos del niño se turbaron–. Mi abuelo me dijo que así también se le llamaba al líquido que fluía por las venas de los dioses en la mitología griega.
–Nosotros no estudiamos esas cosas… –dije extrañada–. Hace unos 28 años que no se registran precipitaciones, ¿cuántos años tiene tu abuelo para saber cómo huele la lluvia? –le pregunté.
–Estaba cerca de cumplir los 40, murió hace unos meses.
Acto seguido el niño me abrazó entre lágrimas. Mi primer impulso fue apartarme, pero luego cedí ante la ternura, (he tenido que buscar esa palabra en un diccionario clásico).
–Petricor, ¿por qué no venís conmigo abajo? Allí podréis vivir y evitar una muerte asegurada.
–Mi abuelo y mi padre siempre decían que las extinciones son cambios necesarios, y que alguien que niega su destino es un fósil que todavía no está fosilizado.
–Espera, ¿insinúas que nosotros también vamos a morir allí abajo? Eso es imposible, no me cabe la menor duda –afirmé absorta.
–El miedo inhibe la duda. Además, ¿acaso pensáis que estáis vivos? Sois el eco de una muerte amañada –respondió el niño con una seguridad impropia, desde luego que era hijo de su padre…
–¡Ese es mi niño! ¡Así se habla! –la voz del patriarca retumbó en las paredes y di un grito ahogado debido a que no lo vi entrar.
–Tienes que irte antes de que la radiación afecte a tu nívea piel –me dijo con voz contundente–. Diles lo que has visto. Cómo es el cielo, el fuego en la noche, la luz natural, el sol, las estrellas… Lleva el recuerdo de la humanidad a las redes. Será una chispa de luz en un universo oscuro –mientras pronunciaba la última frase, el reflejo de la luz solar que asomaba por la entrada desaparecía por momentos.

–¡Nubes, papá! –exclamó el niño mientras salía disparado fuera de la cabaña.

Y allí estábamos los cuatro, viendo cómo se amontonaban unas nubes que al principio parecían pasajeras, unas nubes que no puedo describir con palabras, puesto que el viento las transformaba en figuras imposibles cada pocos segundos. Su color se volvía intenso y la luz se atenuaba. Mi mente y mi cuerpo eran una maraña de asombro y miedo. Estaba maravillada ante aquel espectáculo.

Cuando cayó la primera gota, fue absorbida tan rápido por el terreno que ni siquiera me di cuenta. Fue al cabo de un rato cuando aquella especie de ducha celeste se me vino encima y me caló por completo. Había leído sobre eso, pero vivirlo es… increíble.

Y entonces emergió aquel aroma. Y me congelé. 

Petricor…

En un instante lo entendí todo. Entendí por qué no sentía nada, por qué estaba vacía, me vi como un producto y comprendí mi ceguera. Supe también por qué hace muchos siglos existían las religiones, y es que algo tan mágico es digno de adoración. Tras aquella epifanía, me sentí viva por primera vez en mi vida. Estaba llorando, o era la lluvia que resbalaba por mi cara, todavía hoy no lo sé...

Cuando miré a mi alrededor, me encontré con un panorama desolador. Formando un corro sobre el más pequeño de la familia, estaban su padre y su hermano. El niño parecía una masa mojada e inerte, su padre lloraba desconsolado y su hermano intentaba encerrar la rabia apretando tanto sus puños que de sus palmas brotaba un hilo rojo que se mezclaba con el agua. Petricor, según me dijo su padre, nació con problemas de corazón debido a la radiación. Su mayor sueño era que lloviese. La excitación del pequeño ante aquel acontecimiento fue tal, que su corazón no pudo resistirlo.

–Mi hijo se va entre el aroma que acompaña a la primera lluvia tras un largo período de sequía. Y yo no tardaré mucho tiempo en alcanzarle.
Fueron las últimas palabras habladas que escuché antes de regresar.

       DiaryH3 - 5 de abril:
Gracias por las millones de sugerencias sobre qué hacer para honrar a esos últimos supervivientes del exterior. Me retuvieron para que fuese emisaria de un mensaje de apertura de conciencia y de despertar. Lo he estado pensando mucho, y creo que he llegado a una conclusión.

Al menos en nuestro mundo, el mundo civilizado, abrir los ojos supondría enloquecer, no poder dormir, dolor, tristeza, una punzada de soledad. No se puede abrir los ojos. Para eso ya nos prepararon desde bien pequeños, nos pintaron los párpados por dentro para no tener que mirar. Aun así, yo jamás les olvidaré.

De hecho, por fin me he descargado iDog en el móvil, y a mi nuevo perro le he puesto de nombre Petricor. Vale que no es un nombre muy bonito, pero él se lo merecía. Así es la realidad, sé que no me equivoco. La vida sige.

¡Gracias por vuestros comentarios y compartid!


2 comentarios:

  1. Genial. Me ha encantado. Feliciades, Pepe. Hagas lo que hagas, siempre lo haces bien.

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    1. Muchísimas gracias Germán! :D Leer tus palabras me supone un auténtico honor ;)

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